¿Somos los humanos inherente y universalmente egoístas? ¿Cuándo y por qué cooperamos?
Dos libros recientes, ambos de profesores de Harvard, buscan respuestas a estas preguntas eternas y esenciales, aunque las abordan desde perspectivas diferentes. En SuperCooperators, Martin Nowak, profesor de biología y matemáticas, y el aclamado escritor científico Roger Highfield sostienen que la cooperación es una parte indispensable de nuestro legado evolutivo, y se basan en modelos matemáticos para exponer sus argumentos.
En The Penguin and the Leviathan (El pingüino y el leviatán), por otro lado, el profesor de derecho Yochai Benkler utiliza ejemplos del mundo empresarial y de las ciencias sociales para argumentar que, en última instancia, nos beneficiamos más mediante la cooperación que persiguiendo nuestro propio interés.
Tomados en su conjunto, los libros ofrecen informes sólidos y complementarios sobre la trascendental ciencia de la cooperación.
Supercooperadores es una visión general de la ambiciosa e innovadora investigación de Nowak que pone en tela de juicio la visión tradicional de la historia de la evolución, es decir, que se trata de una competición implacable en un mundo donde el perro se come al perro. En cambio, propone que la cooperación es el tercer principio de la evolución, después de la mutación y la selección. Claro, las mutaciones generan diversidad genética y la selección escoge a los individuos mejor adaptados a su entorno. Sin embargo, según Nowak, sólo la cooperación puede explicar el lado creativo y constructivo de la evolución, el que llevó de las células a las criaturas multicelulares, a los seres humanos, a los pueblos y a las ciudades.
La vida, según sugiere su investigación, se caracteriza por un extraordinario nivel de cooperación entre las moléculas. De hecho, Nowak dedica un capítulo al cáncer, que es nada menos que una ruptura mortal de la cooperación a nivel celular.
Entonces, ¿cómo ha sido la cooperación tan importante para nuestra supervivencia? La primera mitad de Supercooperadores responde a esta pregunta cuando Nowak y Highfield esbozan cinco formas en las que los cooperadores mantienen una ventaja evolutiva: a través de la reciprocidad directa («yo te rasco la espalda, tú me rascas la mía»), la reciprocidad/reputación indirecta («yo te rasco la espalda, otro me rasca la mía»), la selección espacial (¡los grupos de cooperadores pueden prevalecer!), la selección de grupos (¡los grupos formados por cooperadores pueden prevalecer!) y la «selección de parientes» (los parientes genéticos cercanos se ayudan mutuamente).
SuperCooperadores no sólo relata lo que Nowak ha descubierto durante su apasionante viaje académico, sino el propio viaje: es su autobiografía científica, así como una biografía del campo y de sus personajes más preeminentes. Para los no iniciados en las matemáticas y las ciencias naturales, el libro puede resultar un poco técnico en algunos puntos. Sin embargo, es un libro ameno y estimulante en general, especialmente gratificante para los lectores interesados en las raíces evolutivas de la cooperación o en una visión interna del mundo de la ciencia.
En El pingüino y el leviatán, Benkler también revisa la investigación en la intersección de la evolución y la cooperación, citando a veces el trabajo de Nowak. Sin embargo, Benkler se basa en mayor medida en la investigación de las ciencias sociales y del comportamiento, concretamente en la historia, la tecnología, el derecho y los negocios.
El título del libro procede del pingüino Tux, el logotipo del sistema operativo libre y de código abierto Linux. Tux simboliza los aspectos inherentemente cooperativos, colaborativos y generosos del espíritu humano y, según Benkler, «está empezando a mordisquear la visión sombría de la humanidad que dio vida al Leviatán de Thomas Hobbes». El libro pretende desmentir «el mito del egoísmo universal» y demostrar que la cooperación triunfa sobre el interés personal, quizá no todo el tiempo y no para todos, pero sí de forma mucho más sistemática de lo que hemos pensado durante mucho tiempo.
Benkler cuenta que en cualquier experimento en el que los participantes tienen que elegir entre comportarse de forma egoísta o altruista, sólo un 30% de las personas se comportan de forma egoísta, y en prácticamente ninguna sociedad humana estudiada hasta la fecha la mayoría de las personas se han comportado de forma sistemática de forma egoísta. Además, como señala, los indicios de una situación pueden ser más poderosos que los rasgos de personalidad para predecir la cooperación: En un estudio en el que los participantes jugaron a un juego en el que podían cooperar o competir, sólo el 33% de ellos cooperó cuando el juego se llamaba «Juego de Wall Street», mientras que el 70% lo hizo cuando se llamaba «Juego de la Comunidad».
En un estilo fluido y conversacional, Benkler explica con detalle los ingredientes clave que hacen posible la cooperación con éxito, como la comunicación, la empatía, las normas sociales, la equidad y la confianza. Aprendemos, por ejemplo, que cuando los participantes en el estudio juegan a un juego en el que pueden cooperar o competir, los niveles de cooperación aumentan un espectacular 45% cuando se les permite comunicarse cara a cara. La investigación sobre las normas sociales es especialmente convincente: Cuando se dice a los contribuyentes que sus conciudadanos pagan su parte justa de impuestos, o que la mayoría de los contribuyentes consideran que reclamar en exceso las deducciones fiscales es un error, declaran mayores ingresos en sus impuestos.
Pero Benkler no se limita a revisar estudios científicos. También proporciona un montón de ejemplos del mundo real que dan vida a la ciencia, haciendo que el libro se lea como una guía práctica para diseñar sistemas humanos cooperativos. Desde kiva.org hasta Toyota, pasando por Wikipedia, CouchSurfing.org y Zipcar, muestra cómo las organizaciones que se basan en la cooperación -en lugar de los incentivos o el control jerárquico- pueden ser extraordinariamente eficaces.
Ni Nowak ni Benkler son ingenuos sobre las perspectivas de la cooperación. Nos recuerdan que siempre habrá personas egoístas, y que los ciclos de cooperación tendrán siempre altibajos. Además, ser «bueno» y «cooperativo» no son necesariamente sinónimos: personas muy «cooperativas» han cometido actos crueles e inhumanos (pensemos en la Alemania nazi, la URSS o el genocidio de Ruanda).
Pero ambos autores son optimistas sobre el poder y la promesa de la cooperación, y coinciden en que el mundo necesita la cooperación ahora más que nunca: Los problemas más graves de nuestra época -como el cambio climático, el agotamiento de los recursos naturales y el hambre- sólo pueden resolverse cuando las personas dejan de lado sus intereses personales y trabajan juntas. Tanto Supercooperadores como El pingüino y el leviatán nos permiten apreciar la importancia de la cooperación en la vida y deberían inspirarnos para tratar de aprovechar la ciencia de la cooperación para el bien común.