En cuanto tomo asiento frente a la chef Barbara Lynch, me cae bien. Es un día de otoño inusualmente cálido en Boston y Barbara está sentada en una mesa al aire libre en B&G Oysters, uno de sus muchos restaurantes aclamados. Barbara está sentada casi eclipsada por una torre de marisco de tres pisos adornada con rollizas pinzas de langosta, voluptuosa carne de cangrejo y ostras que sólo pueden describirse como sexy. Estoy aquí para conocer a la mujer que está detrás de la célebre comida de Boston; no se me escapa la ironía de que esté literalmente sentada detrás de una torre de su célebre comida.
Mientras apilo mi plato con ostras, me llama la atención la actitud de Bárbara, que resulta entrañable e intimidante a la vez. Barbara habla con franqueza y al grano, dando la impresión de que uno siempre sabe a qué atenerse con ella. Mientras habla, parece oscilar con entusiasmo de una idea a otra. Como un genio de la creatividad, sus pensamientos salpican el lienzo de su mente de forma desordenada pero brillante. Se trata de una mujer que ha conseguido desafiar los pronósticos y construir una carrera envidiable como una de las chefs más influyentes del país.
Después de comer lo que seguramente debe ser la mitad de los crustáceos del océano, acompaño a Barbara a través de Tremont Street a otro de sus restaurantes, The Butcher Shop. Cabe destacar que tres de los restaurantes de Barbara -Stir, Butcher Shop y B&G Oysters- se encuentran a menos de un minuto a pie. La creación de grupos de restaurantes no es un accidente, sino -como dijo Barbara en una entrevista con Eater en 2017- un «efecto gasolinera». Cuantas más gasolineras existan en una zona, más probable es que la gente venga a llenar el depósito. Aplicando esta misma lógica a los restaurantes, Barbara buscó crear destinos culinarios alrededor de Boston. Tres de los otros locales de Barbara -Drink, Sportello y Menton- se encuentran en el mismo edificio de Congress Street.
El efecto gasolinera funciona, ya que los restaurantes de Barbara se han convertido en un destino gastronómico. Recientemente, el Hotel W de Boston anunció su colaboración con el Barbara Lynch Collective, lo que permite a sus clientes disfrutar de experiencias mejoradas en los restaurantes de Barbara. Desde el champán y el postre en B&G Oysters hasta la charcutería en The Butcher Shop o la visita a la cocina en Menton, los restaurantes de Barbara Lynch se han convertido en un destino dentro de la ciudad de Boston.
Mientras me tomo un vino tinto austriaco en la Carnicería, empiezo a conocer el pasado poco convencional de Barbara y las dificultades que tuvo que superar en su camino hacia el éxito. Barbara creció en los proyectos de vivienda del sur de Boston -apodado «Southie»-, un barrio que en su día estuvo gobernado por la famosa banda de Whitey Bulger. Bárbara, una de las siete hijas de una madre soltera con exceso de trabajo, tuvo una infancia rebelde marcada por los pequeños robos, las drogas y la bebida, como se detalla en sus nuevas y explosivas memorias, Out of Line.
Las raíces de la carrera de Barbara se remontan a una influyente profesora de economía doméstica llamada Susan Logozzo. «Los alumnos de la clase de Susan alternaban semanas cocinando en la cocina de economía doméstica y sirviendo mesas a los profesores con sus creaciones», recuerda Barbara en sus memorias. «Pronto conseguí escabullirme de la tarea de camarera y limitarme a cocinar». La clase de Logozzo encendió un fósforo para Bárbara, que acabó quedándose con la clase de un año durante toda su etapa en el instituto.
Para cuando Barbara tenía veintitantos años, empezó a trabajar con algunos de los chefs más estimados de Boston, como Todd English. Trabajando bajo la tutela de English durante unos años, Barbara acabó dejando su cocina para pasar un tiempo viajando por Italia y absorbiendo las técnicas culinarias italianas de las mujeres locales. A su regreso a Boston, Barbara consiguió el puesto de chef ejecutiva en la Galleria Italiana.
Su destreza culinaria captó la atención de FOOD & WINE, que la nombró como uno de los 10 mejores nuevos chefs de América. Barbara abrió su primer restaurante en 1998, llamado No. 9 Park, en el barrio de Beacon Hill de Boston. Nombrada como uno de los mejores restaurantes nuevos tanto por Bon Apetit como por FOOD & WINE, Barbara continuaría ampliando su negocio de restauración con ocho restaurantes más repartidos por Boston.
Para cuando mi día en Boston llega a su fin, me dejo llevar por una ensoñación alimentada por haber comido en todos los restaurantes de Barbara Lynch en la ciudad. Lo que queda claro con cada bocado es que la cocina de Barbara trasciende la comida en el plato. Contar historias es un pilar del colectivo Barbara Lynch, que ha creado una cultura en torno a su cocina a través de publicaciones como su revista digital bianual, Food for Thought. Cada comida que sirve Barbara hace un guiño tanto a sus rudas raíces bostonianas como a su tiempo de viaje por Italia y a su famosa capacidad para asumir riesgos.
El impacto de Barbara en la escena culinaria de Boston es innegable. No encontrará restaurantes de Barbara Lynch brotando en Nueva York, Miami o Chicago; más bien, Barbara canaliza su pasión en su propia comunidad, eligiendo abrazar sus raíces. Es esta misma garra, esta determinación de hacer las cosas a su manera, lo que distingue a Barbara. Al final, Barbara y su historia son un recordatorio de que la grandeza puede venir de cualquier parte. «El mensaje es: ‘Si yo puedo hacer esto, tú puedes hacerlo'», dijo Lynch en una entrevista con Boston.com en 2017. «Cualquiera puede hacerlo»
*Unearth Women fue invitada a Boston tanto por el W Hotel como por Barbara Lynch Collective. Como siempre, todas las opiniones expresadas son nuestras.