Gloria Steinem's 'a bunny's tale' – 50 años después

Hace 50 años este mes, Gloria Steinem causó sensación con la primera entrega de su serie de dos partes, «A Bunny’s Tale». Por aquel entonces, Steinem estaba a una década de alcanzar la fama como cofundadora de la revista Ms, pero su relato personal sobre el trabajo encubierto como conejita en el Club Playboy fascinó a los lectores, ofreciéndoles una visión de un bastión masculino que pocos conocían de primera mano.
«A Bunny’s Tale» apareció en los números de mayo y junio de la revista Show en el mismo año en que se publicaron «The Feminine Mystique» de Betty Friedan y «The Bell Jar» de Sylvia Plath. Es una dura competencia, pero en retrospectiva, está claro que «A Bunny’s Tale» complementa a Friedan y Plath y merece ser honrado, en lugar de ser olvidado como lo ha sido, por el serio periodismo de denuncia que es.
En el núcleo de «A Bunny’s Tale» está la creencia de Steinem de que la revolución sexual fracasará si los hombres son los únicos a los que se les permite definirla. Al enfrentarse al fundador de la revista Playboy, Hugh Hefner, y a sus Clubes Playboy, Steinem demostró que podía hacer frente a un adversario con su propio imperio mediático. En 1960, Playboy llegaba a un millón de lectores al mes, y en 1963, cuando se publicó «A Bunny’s Tale», los Clubes Playboy estaban floreciendo. Hefner, que había fundado Playboy en 1953, estaba en la cima de su influencia, y no se contentaba con hacerse rico. En 1962 empezó a escribir ensayos mensuales que, según él, serían «la Proclamación de Emancipación de la revolución sexual». Steinem no se dejó impresionar. No dudó en calificar de falsas las pretensiones de emancipación de Hefner. Fue a por él donde era más vulnerable, mostrando a los lectores lo que realmente significaba trabajar en un Club Playboy.

«A Bunny’s Tale» adopta la forma de un diario y pasa de la decisión inicial de Steinem de adoptar el alias de Marie Catherine Ochs a su último día de trabajo, cuando escucha a otra conejita decir de un cliente: «Es un auténtico caballero. Te trata igual tanto si te has acostado con él como si no». Entre tanto, Steinem aprende los requisitos para ser una conejita. Por orden del club, se le hacen pruebas para detectar enfermedades venéreas y, tras ser contratada, se le dice con qué miembros del club puede salir (los poseedores de la llave número uno) y con cuáles no (todos los demás).

Su nuevo estatus no deja lugar a dudas sobre cómo es vista. Un guardia la recibe gritando: «¡Aquí conejito, conejito, conejito!». La encargada del vestuario del club le mete una bolsa de plástico de la tintorería por la parte delantera de su traje de conejita para aumentar su escote.
Por último, el trabajo no se acerca al salario de 200 a 300 dólares semanales que el Playboy Club anuncia que ganan las conejitas. En todo momento, Steinem y las otras conejitas son timadas. Ellas deben pagar el mantenimiento y la limpieza de sus trajes, así como las pestañas postizas que deben llevar. El club también se queda con el 50% de los primeros 30 dólares de propina que ganan en las facturas de comida y licor que se cobran. Es una trampa sin salida para las Conejitas, cuya vulnerabilidad captó Steinem al compartir su calvario. Al adoptar este enfoque en su artículo, Steinem estaba haciendo lo que muchos nuevos periodistas hicieron en la década de 1960, cuando convirtieron sus experiencias personales en el centro de los acontecimientos sobre los que informaban. Tom Wolfe tomó este camino en La prueba del ácido del Kool-Aid eléctrico, Norman Mailer en Los ejércitos de la noche y Hunter Thompson en Los ángeles del infierno. En el caso de Steinem, el gran desafío fue resistir la tentación de arremeter contra quienes la trataban con condescendencia y la explotaban. Tenía que saber que cuando «A Bunny’s Tale» apareciera impreso, la iban a acusar de explotar su buen aspecto. Una mujer de aspecto hogareño, como dejaba claro el Playboy Club en sus anuncios, no podía ser una conejita de Playboy. Desde que «A Bunny’s Tale» apareció por primera vez, ha cobrado vida propia. En 1985, «A Bunny’s Tale» se convirtió en una película para televisión de la ABC protagonizada por Kirstie Alley, y hoy en día la historia de Steinem, que retituló «I Was a Playboy Bunny» (Yo fui una conejita de Playboy) cuando la incluyó en una colección de sus propios escritos, conserva su frescura.

En la clase de escritura universitaria que imparto, suelo asignar «A Bunny’s Tale» a los estudiantes que quieren hacer un reportaje en primera persona. La mayoría de ellos comienzan sin saber quién es Gloria Steinem y sin conocer la revista Ms. Sin embargo, nada de eso importa cuando terminan «A Bunny’s Tale». Les emociona el atrevimiento de Steinem y reconocen un espíritu afín cuando la leen.

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