Todos los prescriptores deben ser conscientes de la gama de posibles efectos adversos asociados a los antibióticos. Aunque quizás sean menos reconocidos que otros efectos adversos, varias neurotoxicidades -incluyendo convulsiones, neuropatía óptica, encefalopatía, neuropatía periférica y exacerbación de la miastenia gravis (MG)- pueden resultar del uso de antibióticos.1 Este riesgo aumenta en los pacientes de edad avanzada, en los pacientes con deterioro de la función renal y en los pacientes con afecciones neurológicas preexistentes.1
Las prácticas de prescripción seguras pueden ser especialmente difíciles en los pacientes con MG debido a la miríada de medicamentos que pueden interferir en la transmisión neuromuscular. Aunque el mecanismo por el que los fármacos afectan a la unión neuromuscular varía, se sabe que los medicamentos que suelen causar un bloqueo neuromuscular inducido por fármacos incluyen ciertos antibióticos, anticonvulsivos como la fenitoína, fármacos antirreumáticos como la penicilamina y la cloroquina, fármacos cardiovasculares como los bloqueantes de los canales de calcio y los β-bloqueantes, y fármacos psicotrópicos como el litio.1,2 La relación entre el uso de antibióticos y la exacerbación de la MG es especialmente complicada, ya que los brotes de MG también pueden ser desencadenados por una infección y una intervención quirúrgica.1 Esto obliga a los médicos a equilibrar el tratamiento rápido y adecuado de la infección con el riesgo de que algunos antibióticos puedan agravar la enfermedad. Este artículo se centra en una revisión práctica de la relación entre la MG, la infección y la posibilidad de que ciertos antibióticos provoquen un deterioro clínico en los pacientes con la enfermedad.
Infección y Miastenia Gravis
La posibilidad de que los antibióticos desenmascaren o empeoren la MG es especialmente significativa dado que los pacientes con MG pueden estar predispuestos a adquirir enfermedades infecciosas. Los posibles factores que podrían contribuir a un mayor riesgo de infección incluyen un proceso de enfermedad autoinmune, debilidad muscular y posibles tratamientos inmunosupresores.3 La mayoría de los pacientes con MG requieren medicación inmunosupresora como prednisona, azatioprina, micofenolato mofetilo o rituximab.4 Además, aproximadamente el 15% de los pacientes con MG tienen una segunda enfermedad autoinmune, como el lupus o la artritis reumatoide, que también puede requerir medicamentos inmunosupresores.4 Los medicamentos inmunosupresores disponibles actualmente que se utilizan en la MG suprimen ampliamente la reactividad inmunitaria, incluida la capacidad de reaccionar contra los microbios.3 Aunque no se conoce el aumento exacto de la tasa de infección, se estima que el riesgo de infección mientras se toman corticosteroides aumenta entre un 20% y un 50%.3
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La debilidad muscular respiratoria de base de la MG puede predisponer a los pacientes a una infección en el tracto respiratorio inferior.3 A la inversa, la infección es una causa común de exacerbación de la MG que puede dar lugar a complicaciones como debilidad e insuficiencia respiratoria.3 Esto subraya la importancia del control adecuado de la enfermedad y del tratamiento de la infección en los pacientes con MG. Los profesionales de la neurología y de la atención primaria deben educar a los pacientes sobre el riesgo de infección que conlleva un posible empeoramiento de su MG. Aunque las vacunas se recomiendan en general para los pacientes con MG, las vacunas de virus vivos atenuados deben evitarse en aquellos que están inmunodeprimidos, y la vacunación debe evitarse durante una exacerbación aguda.3 Si la vacunación con dosis de virus vivos atenuados es necesaria, lo ideal es hacerlo antes de que se inicie la terapia inmunosupresora.3
Del número del 01 de diciembre de 2018 de Clinical Advisor
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