Psicología y sociologíaEditar
Frecuentemente se refiere a la infidelidad como una de las principales situaciones que conflictúan las relaciones amorosas monógamas. Su descubrimiento generalmente trae emociones desagradables como tristeza, baja autoestima e ira para el miembro «engañado», quien en muchos casos suele retirar toda la confianza depositada en la pareja. Aunque es considerada una de las principales causas de divorcio, no necesariamente significa el final de la relación. Entre las principales causas que evitan el rompimiento, además de los fuertes vínculos afectivos, se encuentran el temor a la soledad, evitar un daño al otro, no conflictuar a los hijos y no modificar la calidad de vida.
A menudo uno de los síntomas asociados a la infidelidad son los celos, si existe la presencia de una infidelidad real, estos son parte de los síntomas asociados y tienen una cualidad «objetiva»; si por el contrario, no existe una infidelidad, consisten en una celopatía. Sobre esto, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la APA señala que aunque pueden existir evidencias para sospechar que la pareja es infiel, también dichas conjeturas pueden ser de carácter imaginario, provocando en los sujetos celos infundados e incluso delirantes. Estos celos aparecen sin motivo y conllevan a acusaciones y conductas encaminadas a coartar la libertad de la pareja, búsqueda afanosa de indicios que comprueben la sospecha, preguntas asediantes, interpretaciones erróneas y recuerdos falsos.
El psicólogo estadounidense Aaron T. Beck señaló que la infidelidad conyugal, a pesar de ser bastante común, causa un efecto tan traumático en el consorte ofendido debido al significado simbólico de la «aventura». Esto debido al pensamiento polar de todo-o-nada, en donde se concluye que una pareja es totalmente fiel o totalmente infiel sin cabida a puntos intermedios. También destacó que es común una visión negativa de la infidelidad, pues suele ser equiparada con palabras descriptivas como: traición, engaño, perfidia; lo que genera una «percepción catastrófica» de ocurrir. Además, expuso que un efecto frecuente tras descubrir una infidelidad es la devaluación no de la pareja sino de la propia persona, manifestando dudas sobre el atractivo y la suficiencia mediante pensamientos automáticos como «fracasé», «no sirvo para nada», «nadie me necesita», etc. Por otra parte, afirmó que la infidelidad no necesariamente es la causa de debilitamiento de una relación, sino que incluso puede ser el síntoma de una relación ya vacilante. Finalmente, él apuntó que, como muchos otros trastornos emocionales, los síntomas asociados a la infidelidad son tratados con el replanteamiento de los significados personales mediante el trabajo en terapia.
Por su parte, los sociólogos Philip Blumstein y Pepper Schwartz, en su libro American Couples, también citados por Beck, estimaron que por lo menos el 21% de mujeres y el 37% de hombres había tenido una aventura extramarital en diez años de matrimonio (datos de Estados Unidos en 1983), y que aún consideraban a la monogamia como un ideal. Además, ellos observaron que (dadas ciertas diferencias de género socialmente establecidas) en las parejas heterosexuales los hombres y las mujeres tienden a interpretar las conversaciones sobre la infidelidad de modo distinto: los esposos creen que han recibido el consentimiento de sus esposas, mientras que éstas suponen que les han reiterado su oposición.
El también psicólogo estadounidense Albert Ellis opinó que la infidelidad generalmente no «destruye» un matrimonio y que es un motivo exagerado para terminar una relación. Para él, el sexo extramarital solo es dañino cuando a las personas involucradas realmente no les gusta convivir. Es decir, la perspectiva de la TREC sobre la infidelidad es que ésta solo es conflictiva cuando va acompañada de creencias irracionales que desencadenan emociones inapropiadas. Bajo el modelo A-B-C, el descubrimiento de la infidelidad sería el activante, el enojo y la tristeza serían la consecuencia indeseable, en medio de estas dos habría un sistema de creencias racionales (por ejemplo: «no es grato que mi pareja haya tenido relaciones sexuales con otra persona»), pero sobre todo ideas irracionales como: «esto no puede estar pasando», «es horrible», «no puedo lidiar con esto», «soy indigno de ser amado», etc. También se presentarían exigencias absolutistas de ser amado y aprobado (por todos y en todo momento). De igual manera, la conmoción generada por el proceso vendría a distorsionar la percepción; así, por ejemplo se vería a la pareja como un completo desconocido y se sesgaría u omitiría los momentos agradables con la pareja. De este modo, la persona iría creando conclusiones rápidas y precipitadas que lo llevarían incluso a un estado depresivo y autoderrotista. Para el tratamiento de estos síntomas, Ellis y los terapeutas racionales debaten con el cliente cuestionando sus ideas rígidas y tendenciosas, demostrando la ausencia de evidencias y buscando generar ideas más lógicas. Al final, la persona podría aceptar que la infidelidad de su pareja, aunque dolorosa, no es «catastrófica» y que aunque ésta pueda ser considerada moralmente «mala» no haría a quien la cometió una mala persona (pues para Ellis, el ser no es definido por la conducta).
BiologíaEditar
Desde la perspectiva biológica, un estudio en ratones reveló una estrecha relación entre la exclusividad de las parejas y la regulación, determinada genéticamente, de oxitocina y vasopresina. La disminución de dichas sustancias podrían traer como consecuencia el fenómeno descrito como infidelidad. Asimismo, es probable que las sustancias encontradas en los ratones también jueguen un papel importante en la fidelidad/infidelidad humana. Igualmente, algunos biólogos suponen que la tendencia a la infidelidad tendría un origen adaptativo: en las hembras vendría a asegurar mayor protección y recursos para los hijos cuando se cuenta con varios amantes; mientras que para los machos, aseguraría una mayor contribución genética para la próxima generación.
PsicoanálisisEditar
Desde el psicoanálisis y la terapia psicodinámica, el psiquiatra Mario Campuzano propone que la infidelidad proviene de una fijación en la etapa sádico-anal, dando la variante dominante/dominado, sádico/masoquista y celos/ infidelidad, además consiste en un reflejo del triángulo edípico. Se puede manifestar de dos formas: una «benigna» y otra «maligna». En la primera, el tercero involucrado funge como un objeto transicional, es decir, pasajero y en función de las propias necesidades conscientes o inconscientes de la pareja formal. En la otra forma, el tercero funciona como un facilitador de agresión, menosprecio, rechazo o venganza. Asimismo, buscar relaciones mediante la infidelidad podría ser un esfuerzo compensatorio consciente ante la insatisfacción sexual con la pareja o bien tener razones meramente inconscientes. De este modo, la infidelidad sería a veces «la alternativa tomada para evitar o disminuir la relación afectiva profunda con otro ser humano»; una búsqueda de libertad, aunque ilusoria, ante una relación conyugal que genera una ansiedad «atrapante» que al mismo tiempo se desea y se teme. Así, las relaciones extramaritales serían como un «calmante momentáneo» para dicho malestar. Ahora bien, otro tipo de personas infieles serían aquellos que buscan relaciones extramaritales no por el temor a la cercanía con la pareja sino como una reacción al temor que tienen ante la responsabilidad.
MarxismoEditar
Para el marxismo tanto la fidelidad como la infidelidad son vistas como el resultado de las condiciones sociales e históricas que legitiman o prohíben las relaciones monogámicas o poligámicas. Friedrich Engels en El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado sostuvo que en las sociedades patriarcales, donde la mujer pasa a ser propiedad privada del hombre, la infidelidad femenina es vista con desprecio e incluso castigada, mientras que la infidelidad masculina puede ser incluso un derecho. Esto debido a que la fidelidad femenina asegura la paternidad y por tanto la herencia de bienes a la progenie ligada a un único varón. Sin embargo, Engels señaló que las relaciones basadas en los derechos de propiedad y la monogamia obligatoria solo pueden conducir a la proliferación de la inmoralidad y la prostitución.
MicroeconomíaEditar
Partiendo de un análisis microeconómico, el sujeto infiel, que mantiene una relación ilegal o informal, en contraposición a una legal, oficial o principal, oscila de una relación a otra dependiendo de la satisfacción sexual y emocional obtenida en cada una. Es decir, a medida que el beneficio disminuye y el costo aumenta en la pareja legal, se recurre a la ilegal, y cuando la calidad de ésta decrece se vuelve a la principal. Persiguiendo así el máximo de beneficios.