Una diferencia de opinión solía llevar al destierro. A veces físicamente, pero siempre emocionalmente.
Los psicólogos llaman a esto abuso evasivo o retención emocional. Los psicólogos también dicen que es cada vez más común, y que conlleva graves consecuencias.
Thomas G. Fiffer, Editor Senior, Ética, en The Good Men Project tiene esto que decir al respecto:
«En pocas palabras, el abuso evitativo es alguien que voluntariamente retira el afecto con el objetivo específico de herir tus sentimientos o controlarte. Es una forma de maltrato psicológico especialmente cortante, ya que el ser humano necesita amor y afecto para sentirse feliz en una relación.»
En otro blog, Fiffer afirma:
«La retención emocional es, en mi opinión, la táctica más difícil de tratar cuando se intenta crear y mantener una relación sana, porque juega con nuestros miedos más profundos: el rechazo, la indignidad, la vergüenza y la culpa, la preocupación de que hayamos hecho algo mal o hayamos fracasado o, lo que es peor, que haya algo malo en nosotros.»
La retención emocional, o el amor condicional como solía llamarlo, desgarra el centro mismo de la identidad de una persona. Les hace sentir como si hubiera algo fundamentalmente erróneo en ellos, en su forma de pensar, de comportarse y de expresarse. Les hace sentir vergüenza por sus propias necesidades o ideas, y puede hacerles sentir que son defectuosos hasta la médula.
Es destructivo. Y les ocurre tanto a los hombres como a las mujeres.
La principal psicóloga, Linda Charnes, ha afirmado que «muchos restringen la comunicación para retener su amor y afecto, en un intento de comunicar su ira. Sin embargo, lo que terminan haciendo es crear una gran cantidad de ansiedad para su pareja, que, en la mayoría de los casos, no puede ni siquiera empezar a adivinar la razón de tal retención. Este comportamiento se alimenta del miedo de la víctima a ser rechazada, a ser abandonada y a no valer nada».
Fiffer explica los efectos de esta retención emocional:
«Te vuelves patético: suplicas, ruegas, te pones literalmente de rodillas, te disculpas por todo, ofreces cosas que te desagradan, prometes ser mejor, sólo para volver a asegurar el afecto de tu pareja.»
La retención emocional de mi pasado me llevó constantemente a un estado de arrastramiento. Suplicando. Sollozando. Recuerdo haber luchado contra el pánico y el autodesprecio mientras cedía una y otra vez en cosas que sabía que debía defender, cosas que a la larga causarían más daño a los que me rodeaban de lo que jamás podría haber imaginado. Y le guardé rencor por ello. Al final, le dejé por ello, entre otras cosas.
No soy psicóloga. Soy escritora, vendedora, madre y esposa. Ahora estoy en una relación sana con un hombre que me construye y me anima a alcanzar mi potencial, a expresar mis propias necesidades, a construir mi vida de una manera que se alinea con mis intereses y deseos. Puedo expresar diferencias de opinión y mi opinión es respetada.
He experimentado ambos extremos en las relaciones-y por eso estoy tirando de las voces de los expertos que corroboran el daño de lo que finalmente escapé. Estoy tirando de psicólogos que desearía haber conocido cuando estaba de rodillas suplicando y rogando por algo de lo que habría sido mejor alejarse.