Terremoto de la Ciudad de México de 1985

Aunque se produjeron algunos daños en Michoacán y en las regiones circundantes -incluido el estado de Jalisco, donde casi 600 casas de adobe quedaron reducidas a escombros en Ciudad Guzmán-, la destrucción se concentró en la Ciudad de México como resultado de la singular topografía sobre la que está situada la capital. La ciudad central, construida sobre el lecho seco del desecado lago de Texcoco, fue la que soportó las mayores sacudidas porque los sedimentos lacustres sueltos amplificaron las ondas de choque. El movimiento del suelo en esta zona fue cinco veces mayor que en los distritos periféricos, que tenían diferentes cimientos. Los edificios de entre 5 y 15 pisos fueron los más afectados, ya que su interacción con las ondas de choque creó una resonancia armónica, exacerbando el grado de oscilación. Más de 400 edificios se derrumbaron y otros miles resultaron dañados.

El caos en Ciudad de México se vio agravado por la pérdida de electricidad, dejando a la capital sin transporte público ni semáforos en funcionamiento. Aunque la electricidad se restableció al día siguiente del primer terremoto, el temblor de esa noche volvió a dejarla sin efecto. Los daños en el sistema telefónico dejaron a la ciudad incomunicada durante varios días. Además, el presidente mexicano Miguel de la Madrid y sus asesores se negaron a desplegar plenamente el plan nacional de emergencia. Algunos observadores interpretaron esta inacción como una maniobra destinada a evitar que los militares apreciaran un caché político al coordinar las operaciones de rescate. De la Madrid rechazó también las primeras ofertas de ayuda internacional, pero rápidamente dio marcha atrás, aceptando suministros y dinero de una serie de países coordinados por las Naciones Unidas.

Mientras tanto, los esfuerzos de ayuda fueron liderados por los residentes locales, que comenzaron a excavar a los vecinos y compañeros de los edificios caídos y a organizar ellos mismos la distribución de los suministros necesarios. Los habitantes de las zonas menos afectadas por el terremoto se desplazaron a los devastados distritos de bajos ingresos que componen la ciudad central para ayudar. Aunque muchos salieron con vida de los escombros, las estimaciones oficiales situaron la cifra final de muertos en 10.000 personas. Sin embargo, los periodistas y otros testigos presenciales especularon con que ese número era varias veces superior. El tratamiento médico de las decenas de miles de heridos se vio obstaculizado por el hecho de que varios de los principales hospitales de la ciudad habían resultado dañados.

Aproximadamente 250.000 personas se quedaron sin refugio. Cuando el gobierno empezó a formular un plan de reconstrucción en las semanas siguientes al desastre, estos damnificados, junto con las organizaciones de base existentes, empezaron a unirse en una poderosa fuerza política conocida colectivamente como Coordinadora Única de Damnificados (CUD). De la Madrid y el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el poder se vieron obligados a reconocer a los grupos de oposición cuando se hizo evidente la importancia de su papel en la organización de la recuperación. Una de las principales demandas de este organismo político recién constituido era que, en lugar de reubicar a los desplazados por el temblor, el gobierno expropiara las propiedades destruidas y construyera nuevas viviendas para los residentes. El gobierno de De la Madrid accedió, y dos años después, con la ayuda de los fondos del Banco Mundial, se habían reformado o construido casi 100.000 viviendas. La CUD se disolvió en 1987 tras la consecución de la mayoría de sus objetivos, pero algunos de los grupos constituyentes formaron la Asamblea de Barrios, que representaba los intereses de los residentes de bajos ingresos en materia de vivienda.