La Copa Laver se creó en honor al mejor jugador del siglo XX, Rod Laver.
Laver era conocido por su velocidad y su estruendoso brazo izquierdo, lo que le valió el apodo de «Rocket». Se elevó por encima del deporte tanto como aficionado como profesional.
Creció jugando en una cancha rodada en la granja ganadera de su familia en el interior de Queensland.
De pequeño construyó su juego en torno a sus dotes de velocidad y potencia, perfeccionándolas con implacable determinación y pasión.
A los 15 años se fijó en el legendario capitán australiano de la Copa Davis, Harry Hopman, quien le sugirió que dejara la escuela y se trasladara a Brisbane para concentrarse en el tenis.
En tres años (1956) estaba en el equipo de la Copa Davis. Su primer título individual de Grand Slam llegó en 1960.
Laver era agresivo. Utilizaba su potencia y precisión para acorralar a sus oponentes en las esquinas de la pista y su velocidad para subir a la red y acabar con ellos.
Una vez dijo que no era un gran orador, y que prefería dejar que su raqueta hablara, ya que hablaba maravillosamente con un volumen atronador.
Aunque su rizado topspin del brazo izquierdo se creó en las pistas de hierba, ganó en todas las condiciones y superficies.
En 1962 ganó el Grand Slam -cuatro majors en un año- además de los títulos de Italia y Alemania.
Australia ganó la Copa Davis en las pistas de casa de Laver en Brisbane derrotando a México por 5-0. Ganó sus dos partidos individuales y el de dobles con Roy Emerson.
Hizo todo esto mientras trabajaba para llegar a fin de mes y cubrir sus gastos, por lo que la temporada siguiente Laver se hizo profesional y al hacerlo se descalificó de los torneos del Grand Slam.
Durante cinco temporadas, mientras estaba en su mejor momento, jugó partidos de exhibición en el incipiente circuito de tenis profesional.
A partir de 1966 ganó 19 torneos consecutivos en el circuito profesional de Estados Unidos.
En 1968 se permitió a los jugadores profesionales volver al redil tradicional en lo que fue el comienzo de la era abierta.
Laver continuó donde lo había dejado, ganando un sorprendente segundo Grand Slam en 1969.
Sigue siendo un eterno manantial de inspiración para las generaciones futuras.
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