El último rey de Lidia (c. 560-546 a.C.), Creso fue tan famoso por su riqueza que su nombre se convirtió en un sinónimo de riqueza en la expresión «rico como Creso». Se alió en Lidia (en Asia Menor, actual Turquía) con Egipto y Babilonia contra Persia (550-546 a.C.), pero fue derrotado y capturado por Ciro II el Grande. Al parecer, Creso era amigo de los griegos, algunos de los cuales (especialmente el legislador Solón) visitaron su capital en Sardis. Los lidios también contribuyeron a la reconstrucción de los santuarios griegos, incluido el Oráculo de Delfos. Las anécdotas más conocidas sobre Creso nos llegan a través de Heródoto, pero se sabe poco sobre la verdadera magnitud de su riqueza. Los arqueólogos que estudian Sardis aún no han encontrado un tesoro real, pero han desenterrado pruebas de que los lidios acuñaban monedas de oro y plata puros, lo que los convierte en una de las primeras civilizaciones en hacerlo. Tras la captura de Creso, fue quemado en una pira, salvado milagrosamente por el dios Apolo o utilizado como administrador por Ciro, según la leyenda.