Todos hemos pasado por eso: En un esfuerzo por perder unos cuantos kilos rápidamente, considera saltarse el almuerzo, pensando que puede aguantar el hambre hasta la cena. O preparas tu desayuno con un mísero vaso de zumo verde bajo en calorías, asumiendo que las plantas te proporcionarán los nutrientes que no obtienes de tu leche y cereales habituales. Pero la cuestión es la siguiente: los retortijones de hambre y la pérdida de energía son sólo la punta del iceberg cuando se trata de lo que ocurre en tu cuerpo cuando decides renunciar a una comida completa. Echemos un vistazo y veamos lo que realmente sucede:
Para empezar, saltarse una sola comida hace que los niveles de azúcar en la sangre caigan en picado (o si se trata del desayuno, que no llegue a salir de la puerta de salida). «El azúcar es el combustible con el que funciona tu cuerpo, y si no circula en las cantidades adecuadas, todos los órganos de tu cuerpo se ven afectados», dice Maggie Moon, R.D., nutricionista con sede en Los Ángeles. «En general, te sientes cansado y mal en general». Además, sin un nuevo suministro de calorías, tu sistema entra en modo de inanición en un esfuerzo por conservar la energía. Su metabolismo se ralentiza, por lo que la comida que finalmente ingiere no se quema de manera muy eficiente.
A continuación, su cerebro recibe un golpe. «Sin un suministro constante de nutrientes, tu funcionamiento intelectual y emocional cambia», dice Moon. Te sientes confuso y te vuelves malhumorado e irritable. Cuando vuelves a comer unas ocho horas más tarde, tu cuerpo siente alivio, pero es efímero. Tu metabolismo se mantendrá bajo, ya que no sabe cuándo llegará el próximo suministro de calorías. Y el nivel de azúcar en la sangre vuelve a caer en picado, dando paso a la baja energía, la niebla cerebral y los cambios de humor que has experimentado durante todo el día. Si sigues saltándote las comidas, tu cuerpo podría recurrir a tus músculos como fuente de combustible, hundiendo aún más tu metabolismo y minando tu fuerza.
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En resumen: Saltarse las comidas no sólo hace mella en tu sistema, sino que conspira contra ti, preparándote para un metabolismo más lento y unos retortijones de hambre locos a los que es difícil resistirse a ceder. ¿La estrategia inteligente? Perder peso haciendo comidas más pequeñas y saludables a lo largo del día. «Asegúrate de que lo que comes es de alta calidad y rico en nutrientes: proteínas magras combinadas con carbohidratos de granos enteros y algunas grasas buenas monoinsaturadas», sugiere Moon. Acelera tus entrenamientos para quemar más calorías. Perder kilos lentamente manteniendo la ingesta de alimentos significa que tu sistema apenas notará la diferencia, y también te sentirás menos miserable en el proceso.
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