Liberalización, relajación de los controles gubernamentales. Aunque a veces se asocia con la relajación de las leyes relacionadas con asuntos sociales como el aborto y el divorcio, la liberalización se utiliza más a menudo como un término económico. En particular, se refiere a la reducción de las restricciones al comercio internacional y al capital. La liberalización suele considerarse sinónimo de desregulación, es decir, la eliminación de las restricciones estatales a las empresas. En principio, los dos son distintos (en el sentido de que los mercados liberalizados pueden seguir estando sujetos a regulaciones gubernamentales, por ejemplo, para proteger a los consumidores), pero en la práctica ambos términos se utilizan generalmente para referirse a la liberación de los mercados de la intervención del Estado.
En la segunda mitad del siglo XX se produjo un cambio significativo hacia la liberalización y la desregulación. La liberalización del comercio avanzó mediante la firma de una sucesión de acuerdos de libre comercio, como el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT) en 1947, el Acta Única Europea en 1986 y el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) en 1992. En la década de 1970, el libre comercio se había extendido a la mayoría de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), y muchos países en desarrollo siguieron su ejemplo a partir de la década de 1980 (incluidos los regímenes postcomunistas de Europa Central y Oriental y, posteriormente, la República Popular China). También se produjo un cambio hacia la eliminación de las regulaciones de la inversión extranjera: según las cifras de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD), entre 1991 y 1996, el 95% de las 599 regulaciones nacionales de la inversión extranjera directa (IED) en todo el mundo iban en la dirección de una mayor liberalización. También los mercados financieros se han liberado de la interferencia del Estado. El mercado de divisas fue el primer mercado financiero en liberalizarse, a mediados de la década de 1970, seguido por la desregulación de los mercados bursátiles nacionales en la década de 1980 (para las naciones industriales avanzadas) y en la década de 1990 (para los países de reciente industrialización).
La liberalización y la desregulación desempeñaron un papel fundamental en el estímulo del aumento masivo del comercio internacional (que creció a una tasa media del 6 por ciento anual entre 1948 y 1997), de la IED (cuyos stocks y flujos de entrada superaron el aumento del comercio mundial) y de los capitales de cambio y de cartera (con un volumen de negocios medio diario en los mercados de divisas que alcanzó los billones de dólares). Por tanto, se considera que tanto la liberalización como la desregulación han contribuido a la globalización de la economía mundial.
Existe una importante controversia sobre los beneficios de la liberalización y la desregulación. Ambas son principios fundamentales del «consenso de Washington», un conjunto de prescripciones políticas orientadas al mercado que los economistas neoliberales defienden para que los países en desarrollo alcancen el crecimiento económico. Sin embargo, los críticos del consenso de Washington han argumentado que, en la práctica, estas políticas están siendo utilizadas por las empresas de los países más ricos, como Estados Unidos, para explotar a los trabajadores de los países más pobres. Esto se debe, entre otras cosas, a que -como han señalado tanto activistas como académicos- los mercados no son, en realidad, ni libres ni justos. Por ejemplo, las generosas subvenciones pagadas a los productores de algodón en Estados Unidos y la Unión Europea hacen bajar los precios artificialmente, amenazando el sustento de los agricultores africanos de algodón. Para muchos críticos, el problema no es tanto la liberalización de los mercados en sí misma, sino que los países más ricos están haciendo trampa en el juego que exportan al resto del mundo.