La limitación de algunos movimientos depende sobre todo del dolor. Sus articulaciones son sensibles y tienen poca flexibilidad. La facilidad y la amplitud de sus movimientos han disminuido. Todos estos cambios hacen nuestros movimientos penosos y las tareas cotidianas son más difíciles de realizar. Éste es el caso, por ejemplo, de abrir un bote de mayonesa o subir las escaleras. En efecto, la molestia funcional corresponde a la limitación de la movilidad de la articulación afectada por la Osteoartritis.
Es variable según la actividad de la persona. Por ejemplo, la molestia de una Osteoartritis de rodilla será mucho mayor para un jugador de golf que para una persona que no haga deporte. De igual modo, un violinista se verá muy limitado por una Osteoartritis de los dedos, aunque sea ligera.
En principio, las articulaciones artrósicas no son rojas ni están calientes. Pueden estar hinchadas cuando existe un derrame de líquido (derrame sinovial), lo que ocurre con relativa frecuencia en las rodillas.
Más tarde, quizás se pueda constatar la presencia de pequeños bultitos o nódulos, sobre todo en los dedos de las manos y los pies. A la larga, los excrecencias óseas u «osteofitos» provocan deformaciones de las articulaciones, sobre todo de las manos y las rodillas. El estado general sigue siendo bueno. No hay fiebre ni adelgazamiento. Sin embargo, las lesiones artrósicas son irreversibles y, en ocasiones, a parte de las deformaciones, terminan en una rigidez que puede evolucionar hasta una impotencia parcial. Tan sólo el padecimiento de Osteoartritis de rodilla y cadera puede conducir a una minusvalía importante, que se aprecia en el perímetro de marcha, según los índices funcionales de Lequesne.
Los siguientes signos: los crujidos, los deslizamientos, las sensaciones de «enganche» y los seudo-bloqueos no tienen ningún interés para el diagnóstico, aunque pueden resultar muy molestos.