De todas las tareas tediosas y necesarias que un estudiante universitario debe realizar a diario ducharse es, con diferencia, la más agradable. Sé que no es mucho decir cuando su competencia son los deberes, la colada y la limpieza del dormitorio, pero aun así, suelo disfrutar dándome una ducha. Esta mentalidad mía cambió el primer día de universidad. Antes de decir nada más tengo que mencionar mi odio a los baños comunitarios, estoy seguro de que no hay un alma por ahí que realmente disfruta de tener que «regar el jardín» y «llevar a los marrones a la supercopa» cuando están a 20 pulgadas de distancia de otra persona, sólo estoy diciendo que probablemente lo odio mucho más que cualquier otra persona. Así que cuando llegó el momento de ducharme me llevé una sorpresa. Ducharse en la universidad es muy diferente a ducharse en casa. En primer lugar, tuve que cambiarme y ponerme una toalla delante de mi compañero de cuarto, por supuesto que no me estaba mirando, pero aún así su presencia en la habitación me hizo sentir incómodo. Luego viene el paseo desde tu habitación por el pasillo hasta el cuarto de baño y, oh, muchacho, es un nervio que se rompe, cada paso que das es sólo la esperanza de que nadie más sale de su habitación y te ve medio desnudo. Luego viene la ducha en sí, si puedes conseguir agua caliente puede ser como cualquier otra ducha, excepto por el hecho de que alguien más podría estar duchándose justo a tu izquierda y derecha. Yo soy bastante alto, lo suficiente como para ver por encima de las mamparas y echar un vistazo a la cabeza de la persona que está a mi lado, no me gusta. Por supuesto, luego tienes que dar otro paseo de la vergüenza de vuelta a tu dormitorio mientras estás empapado esta vez. Es una molestia ducharse en un dormitorio.
-Noah Wills