Una vez que tuvo la enfermedad bajo control, Sydney Williams, de 34 años, fundó una organización sin fines de lucro para ayudar a otros a sanar a través del senderismo.
Sydney Williams siempre está buscando su próxima gran aventura. En la Universidad de Kansas, formó parte del equipo de remo y luego se convirtió en paracaidista de competición, participando en competiciones nacionales.
«Al principio, me gustaba el paracaidismo porque me permitía descansar de mi estresante carrera en el sector de las comunicaciones corporativas», cuenta Williams, de 34 años, a Health. «No tenía que preocuparme por los plazos de los clientes, ni por responder a los correos electrónicos, ni por las reuniones consecutivas en la oficina. Todo lo que tenía que hacer era estar presente, concentrarme en la tarea que tenía entre manos, acordarme de respirar y aterrizar con seguridad.»
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Después de que ella y su marido, Barry (que fue su instructor de paracaidismo primero) se mudaran a San Diego desde Chicago en 2011, Williams lo vio como otra aventura. Comenzó a practicar paddleboarding y aprovechó la naturaleza que la rodeaba para compensar el estrés y de su trabajo.
«La actividad física realmente me ayudó a manejar mis emociones», dice.
En diciembre de 2016, ella y Barry reservaron un viaje para recorrer el Sendero Trans-Catalina en la isla de Santa Catalina, en el sur de California, una caminata escarpada y difícil de 38,5 millas. Las cosas en su vida se habían agravado: estaba agotada por su trabajo y había ganado peso, y experimentó una tragedia personal cuando murieron amigos cercanos en el mundo del paracaidismo. Vio la caminata como un reto que la ayudaría a procesar sus sentimientos. «No tenía ningún entrenamiento, pero iba armada con una confianza delirante», recuerda Williams.
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Pero poco después de completar la agotadora caminata y regresar a San Diego, su cuerpo comenzó a dar señales de que algo iba mal.
«Tenía sobrepeso y estaba cansada todo el tiempo», dice. «Supuse que mi agotamiento se debía a que comía y bebía lo que sentía, a la falta de sueño que se produce cuando estás atrapado en un ciclo de duelo y a la adicción al trabajo. Nunca sospeché de una enfermedad física. Solo sabía que estaba gorda, quemada y cansada.»
Para septiembre de 2017, las cosas alcanzaron un catalizador. Ella y Barry pasaron el día haciendo paddleboarding, y ella se sintió deshidratada y enferma. Pensó que tenía un golpe de calor o un agotamiento por calor. Pero cuando dos semanas después seguía sin sentirse bien, sospechó que algo iba muy mal.
«Estaba súper sedienta y tenía molestias intestinales», recuerda. «Sentía como si llevara un corsé y me apretara los órganos internos. Era el mayor dolor que podía soportar».
El 18 de septiembre acudió a un centro de atención urgente, donde un análisis de sangre completo mostró que tenía niveles altos de glucosa en sangre. Después de unos días más de pruebas, se le dio un diagnóstico: Williams tenía diabetes de tipo 2.
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«Me puse a llorar», dice. «Una de las primeras cosas que recuerdo haberle preguntado al médico fue: ‘¿Entonces ya no puedo comer pan? Había oído hablar de la diabetes, pero no sabía qué le pasaba a mi cuerpo. Tenía muchas preguntas para mi médico. ¿Tendría que medicarme el resto de mi vida? ¿Puedo revertirla? ¿Es algo genético? ¿Cuál es el problema?»
Inmediatamente se puso en modo de aprendizaje, averiguando lo que tendría que hacer para estar sana. Le recetaron Metformina, se pasó a una dieta basada en plantas y dejó de beber. También empezó a experimentar con diferentes alimentos para descubrir cuáles la ayudaban a mantener su nivel de azúcar en sangre. «A medida que encontraba alimentos que funcionaban, se convertían en elementos básicos de mi plan de nutrición», dice Williams.
Parte de su plan de recuperación de la diabetes era perder peso y reducir el estrés. Su médico le sugirió que hiciera al menos 30-45 minutos de ejercicio al día. El senderismo era la solución perfecta. «Tras el diagnóstico de diabetes, cambié los hábitos poco saludables por el senderismo», dice. «Y el senderismo me ayudó a calmar mi cerebro. Me quedaba a solas con mis pensamientos y no podía huir de ellos».
También tomó la difícil decisión de dejar su trabajo estable, con un salario de seis cifras, en marketing y aceptó un puesto para ayudar a la startup de un amigo. Pero siguió luchando físicamente.
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«Mi cuerpo estaba haciendo sonar la alarma. Había estado tratando de llamar mi atención», dice. «Espiritual, emocional y energéticamente, sabía que necesitaba un botón de reinicio. Trabajaba 16 horas al día y vivía en una olla a presión»
Williams dejó la empresa y empezó a entrenar para volver a correr la Trans-Catalina Trail. Para entonces, pesaba 18 kilos menos de lo que pesaba cuando le diagnosticaron diabetes tipo 2, y pesaba 18 kilos menos que la primera vez que recorrió el sendero. Completó la caminata en junio de 2018.
«Cuando volví a caminar por Catalina, fue como una excavación emocional. Fue lo más difícil que he hecho emocionalmente», dice.
Físicamente, también se sintió mucho mejor. Se animó a ponerse en contacto con Catalina Island Conservancy, con la esperanza de convertirse en embajadora del sendero y compartir con otros cómo el sendero había cambiado su vida. Esto la llevó a dar una breve gira de charlas en las tiendas REI y luego a crear Hiking My Feelings. Esta es la organización sin ánimo de lucro de Williams, que anima a la gente a salir a los senderos para experimentar el poder curativo de la naturaleza. «Quiero ayudar a los demás a cambiar sus vidas con lo que sea que estén tratando», dice.
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En noviembre de 2019, publicó sus memorias, Hiking My Feelings: Stepping Into the Healing Power of Nature. Ella y Barry lanzaron una gira de libros, viajando a través de Estados Unidos en una furgoneta para dar discursos y liderar 69 caminatas en grupo.
Para recaudar dinero para un centro de retiro que el grupo planea construir y abrir, Williams está poniendo en marcha una importante iniciativa de recaudación de fondos en mayo: la hoguera virtual Hiking My Feelings. Estamos organizando una «hoguera virtual» en Zoom para mantener el espacio, crear una comunidad y aportar inspiración en estos tiempos de incertidumbre», explica. «Es una combinación de una gira virtual de libros, charlas de fogata con invitados especiales, actuaciones en vivo y ejercicios guiados de autodescubrimiento».
«Quiero crear un lugar donde podamos compartir nuestras historias y levantarnos unos a otros, para que cada uno pueda prosperar», dice.
Desde febrero de 2019, su diabetes ha estado en remisión. «Hice cambios drásticos (y sostenibles) en el estilo de vida desde el principio, e hice del control de esta enfermedad mi prioridad número uno», dice. «En mi condición actual, mi páncreas produce suficiente insulina para manejar mi azúcar en la sangre sin la ayuda de medicamentos o insulina inyectable».
El senderismo ha continuado siendo el mayor factor que la mantiene en remisión y se siente saludable, y le apasiona su organización sin fines de lucro y ayudar a otras personas a navegar por sus viajes de salud.
«Para mantener mi diabetes a raya, ahora hago senderismo todo lo que puedo para aumentar mi ritmo cardíaco, despejar mi mente y conectar con algo más grande que yo misma», dice.
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