Las teorías que predicen o explican la desindustrialización tienen un largo linaje intelectual. Rowthorn sostiene que la teoría de Marx sobre la disminución del beneficio (industrial) puede considerarse una de las primeras. Esta teoría sostiene que la innovación tecnológica permite medios de producción más eficientes, lo que da lugar a un aumento de la productividad física, es decir, a una mayor producción de valor de uso por unidad de capital invertido. Sin embargo, paralelamente, las innovaciones tecnológicas sustituyen a las personas por maquinaria, y la composición orgánica del capital aumenta. Suponiendo que sólo el trabajo puede producir nuevo valor adicional, esta mayor producción física incorpora un menor valor y plusvalía. Por lo tanto, la tasa media de beneficio industrial disminuye a largo plazo.
Rowthorn y Wells distinguen entre las explicaciones de la desindustrialización que la ven como un proceso positivo de, por ejemplo, madurez de la economía, y las que asocian la desindustrialización con factores negativos como los malos resultados económicos. Sugieren que la desindustrialización puede ser tanto un efecto como una causa de los malos resultados económicos.
Pitelis y Antonakis sugieren que, en la medida en que la industria manufacturera se caracteriza por una mayor productividad, esto conduce, en igualdad de condiciones, a una reducción del coste relativo de los productos manufactureros, y por tanto a una reducción de la cuota relativa de la industria manufacturera (siempre que la industria manufacturera y los servicios se caractericen por una demanda relativamente inelástica). Además, en la medida en que las empresas manufactureras reduzcan su tamaño mediante, por ejemplo, la subcontratación, la externalización, etc., esto reduce la cuota de la industria manufacturera sin influir negativamente en la economía. De hecho, puede tener efectos positivos, siempre que dichas acciones aumenten la productividad y el rendimiento de las empresas.
George Reisman identificó la inflación como un factor que contribuye a la desindustrialización. En su análisis, el proceso de inflación del dinero fiduciario distorsiona los cálculos económicos necesarios para el funcionamiento de las empresas manufactureras de capital intensivo y hace que las inversiones necesarias para mantener las operaciones de dichas empresas no sean rentables.
También han contribuido a la desindustrialización acuerdos institucionales como la reestructuración económica. Con los avances en el transporte, las comunicaciones y la tecnología de la información, una economía globalizada que fomentó la inversión extranjera directa, la movilidad del capital y la migración de la mano de obra, y el énfasis de la nueva teoría económica en las dotaciones de factores especializados, la industria manufacturera se trasladó a lugares de menor coste y, en su lugar, el sector de los servicios y las aglomeraciones financieras se concentraron en las zonas urbanas.
El término crisis de desindustrialización se ha utilizado para describir el declive de la industria de uso intensivo de mano de obra en una serie de países y la fuga de puestos de trabajo fuera de las ciudades. Un ejemplo es la industria manufacturera de uso intensivo de mano de obra. Tras la firma de acuerdos de libre comercio con países menos desarrollados en las décadas de 1980 y 1990, los fabricantes con gran intensidad de mano de obra trasladaron sus instalaciones de producción a países del tercer mundo con salarios y normas mucho más bajos. Además, los inventos tecnológicos que requieren menos trabajo manual, como los robots industriales, eliminaron muchos puestos de trabajo en la industria manufacturera.