Según el Departamento de Agricultura de Estados Unidos, una copa de cinco onzas de vino tinto de mesa suele contener unos 0,9 gramos de azúcar total, mientras que una copa de chardonnay contiene unos 1,4 gramos. Un vino dulce de postre, que suele servirse en una copa más pequeña de dos a tres onzas, contiene hasta 7 gramos de azúcar. Dependiendo de dónde se haya elaborado el vino, el total puede incluir azúcar añadido o azúcar del zumo de uva sin fermentar, junto con el azúcar que se produce de forma natural en las uvas.
Las Guías Alimentarias para los Estadounidenses de 2015 recomiendan limitar la ingesta de azúcares añadidos a no más del 10 por ciento de las calorías diarias, lo que supone unas 12 cucharaditas, o 50 gramos. La Asociación Americana del Corazón recomienda limitar aún más la ingesta: no más de seis cucharaditas (unos 25 gramos, o 100 calorías) al día para las mujeres, y no más de nueve cucharaditas (36 gramos, 150 calorías) al día para los hombres.
Además de añadir azúcar para endulzar el vino, algunos productores añaden azúcar antes o durante la fermentación para conseguir un determinado nivel de alcohol. Este proceso se denomina chaptalización, y es más común en regiones vinícolas más frías como Oregón, donde las uvas maduran más lentamente. La fermentación alcohólica se produce cuando la levadura metaboliza una fuente de azúcar (glucosa, sacarosa o fructosa), convirtiéndola en etanol (alcohol) y dióxido de carbono. En la cerveza, el azúcar procede del almidón del grano de cereal malteado, normalmente cebada. En el vino, procede del zumo de uva. Las uvas más maduras tienen mayores niveles de azúcar, pero si las uvas disponibles no están tan maduras, el vinicultor puede añadir azúcar para ayudar a la fermentación y conseguir la cantidad de alcohol deseada.
Según Tom Hogue, portavoz de la Oficina de Impuestos y Comercio del Alcohol y el Tabaco, los productores de vino pueden proporcionar detalles nutricionales sobre sus productos de forma voluntaria, siempre que se adhieran a la normativa de la oficina. Así, aunque los fabricantes de vino no están obligados a revelar la información nutricional en la etiqueta, para aquellos que decidan hacerlo -ya sea por el azúcar u otros ingredientes- se aplican las directrices.