En el himnario presbiteriano de mi abuela Totten de los años 50, el gran himno del siglo XVIII «Come, Thou Fount of Every Blessing» tiene una palabra que confundiría a la mayoría de la gente hoy en día. Yo mismo tuve que buscarla. El segundo verso comienza: «Aquí elevo mi Ebenezer: Hither by thy help I’m come.»
La referencia habría sido clara para mi abuela, y para Emily Dickinson, por cierto. La palabra «Ebenezer» se encuentra en un pasaje de Primer Samuel, uno de los libros históricos de las escrituras hebreas. Describe un acontecimiento, la celebración de la victoria de Israel sobre el ejército filisteo, una victoria que se produjo contra todo pronóstico, cuando la estruendosa voz de Dios sumió a las tropas en la confusión y huyeron. El pasaje dice: «Entonces Samuel tomó una piedra y la colocó entre Mizpe y Shen, y le puso el nombre de Ebenezer, diciendo Hasta ahora nos ha ayudado el Señor» (1 Sam 7:12).
Hay un momento poderoso en cualquier conversión religiosa, tal vez a cualquier fe, en el que una persona se da cuenta de que todos los mentores, y todo lo que han dicho, todo el tiempo dedicado a la lectura de las escrituras, o comprometido en lo que se sentía como una oración estúpida, aburrida, o simplemente sin esperanza, ha sido de ayuda después de todo. No es nada que hayas hecho, sino que todo es un acontecimiento, la presencia de Dios y su ayuda. Los enemigos a los que te enfrentabas, los obstáculos que parecían acumularse contra ti, incluso tu propia confusión, simplemente han desaparecido. Y tienes la certeza de que es Dios quien te ha llevado a este momento, que incluso puede sentirse como una victoria.
Tengo a mi disposición cualquier cantidad de referencias que me informan de que «Ebenezer» significa «Piedra de ayuda». También tengo la versión moderna del himno, que dice: «Aquí encuentro mi mayor tesoro; Aquí por su ayuda he venido». Casi, pero no. No es sólo que hayamos perdido mucho en la traducción. Es una pérdida de alfabetización bíblica, una fluidez con las palabras de las escrituras que empobrece el lenguaje de la fe. Y todos los sofisticados métodos de interpretación bíblica que hemos ideado en nuestro tiempo, incluso los mejores, no nos ayudarán mucho si esas palabras no están en la imaginación humana, en nuestros corazones y en nuestras lenguas.
– de «Amazing Grace»