Medicina |
Los médicos del antiguo Egipto combinaban hechizos mágicos con remedios. Si una persona caía enferma, se pensaba que la enfermedad era causada por la ira de los dioses o por un espíritu maligno que había entrado en el cuerpo. Tanto los sacerdotes como los médicos eran llamados a curar a los enfermos, combinando sus poderes y habilidades para solucionar el problema. La cura más común para los males era un amuleto y un conjuro mágico para modificar el comportamiento incorrecto que había causado la enfermedad en primer lugar.
En el siglo V a.C., los médicos egipcios tenían su propia especialización. La mayoría de los médicos eran hombres y, dentro de sus filas, había una jerarquía. En la cúspide se encontraban los Grandes Médicos del Bajo y Alto Egipto, seguidos por el médico jefe del país. Bajo él se encontraban los superintendentes e inspectores de médicos, los médicos jefes y, en la base, los propios médicos. A lo largo de la época faraónica, los puestos más solicitados eran los de la corte real. Estos médicos velaban por la salud de los faraones, sus familias y los miembros de su corte.
Aunque los egipcios practicaban la momificación, los médicos no entendían el funcionamiento interno del cuerpo. No se daban cuenta de que el cerebro tenía algo que ver con el pensamiento; se creía que el corazón era el centro de la razón. También pensaban que la sangre, la orina, los excrementos y el semen circulaban constantemente por el cuerpo.
Las mujeres practicaban la anticoncepción mediante brebajes como la miel y el natrón, que se inyectaban en la vagina. Los egipcios también idearon la primera prueba de embarazo conocida. Las mujeres humedecían cada día una muestra de cebada y emmer (trigo) con su orina. Si la cebada crecía, significaba que el niño sería varón; si el emmer crecía, sería mujer. Si no crecía ninguno de los dos, significaba que la mujer no estaba embarazada. La eficacia de esta prueba ha sido validada por la ciencia moderna. La orina de las mujeres no embarazadas impedirá que crezca la cebada.
En las hojas de papiro se registraron remedios y recetas para diversas dolencias, heridas, problemas estomacales, irritaciones de la piel, huesos rotos y muchas otras afecciones. Algunas recetas tenían, sin duda, beneficios físicos definidos, mientras que otras habrían tenido un efecto puramente psicológico.
Se cree que el símbolo moderno de las recetas se originó a partir del símbolo del «Ojo de Horus». En el siglo II, un médico griego llamado Galeno adaptó por primera vez este símbolo para impresionar a sus pacientes. Poco a poco, el símbolo evolucionó hasta el que utilizamos hoy. Esto es sólo una parte del rico legado de los antiguos egipcios.
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