Me quedé completamente enganchada a las extensiones de pestañas en el momento en que me senté después de aquella sesión inaugural de aplicación de dos horas y el estilista me entregó un espejo. Eran tan largas, tan gruesas y tan bonitas. Me sentí increíblemente glamurosa e inmediatamente me apunté a un plan de afiliación. Ese, amigos míos, fue el comienzo de una historia de amor/odio de un año de duración con mis pestañas del tamaño de Marilyn.
Se ganaban los cumplidos allá donde fuera: en el gimnasio, en mi Uber, en la cola de Chipotle, caminando por la calle, entre mi círculo de amigos. Al principio, recuerdo que una amiga se quedó mirando mis pestañas y dijo: «No puedo creer lo bien que se ven». Lo mismo digo, chica.
Pero como todas las cosas, aprendí que las extensiones de pestañas tenían su parte de contras además de todos los beneficios. En primer lugar, mantenerlas requiere un mantenimiento muy costoso y puntual con visitas de una hora cada dos semanas y media. Después de hacer algunos números, me di cuenta de que estaba gastando unos 200 dólares y tres horas al mes en este lujo, o 2400 dólares y 36 horas al año.
En segundo lugar, aunque cuides al máximo tus pestañas acudiendo a un salón de belleza de confianza, utilizando limpiadores aprobados, evitando las cremas hidratantes cargadas de aceite (que debilitan el adhesivo) y cepillándolas todos los días (sí, se enredan), las extensiones inevitablemente pasan factura a tus pestañas naturales.
Alrededor de seis o siete meses después, me di cuenta de que mis propias pestañas se estaban volviendo bastante frágiles, y cuando una extensión se caía (como lo hacen naturalmente) dejaba ver una pestaña pequeña y delgada en su lugar. Mi estilista me recomendó que dejara de usar extensiones de pestañas durante un mes, pero no le hice caso. Sin embargo, cuando se acercaba el año, tomé la difícil decisión de dejar de usarlas y volver a usar el viejo rímel. Tampoco tomé esta decisión a la ligera: había una lista de pros y contras y todo.
Al salir de esa sesión de eliminación, me sentí sinceramente avergonzada por el estado de mis pestañas. Eran cortas, escasas y finas porque estaban dañadas. Se sentían aún más después de haber llevado las pestañas súper largas y que daban sombra durante tanto tiempo. Inmediatamente empecé a buscar formas de recuperar mis pestañas del daño.
Imagen de portada vía Imaxtree