Batalla de Platea, (julio de 479 a.C.). Tras el éxito naval griego en la batalla de Salamina en el 480 a.C., el rey persa Jerjes abandonó Grecia con gran parte de su ejército. Sin embargo, su general, Mardonio, permaneció en el norte de Grecia para continuar la lucha. El encuentro decisivo de la guerra en Platea, al verano siguiente, resultó ser una aplastante victoria griega.
Aunque Jerjes había regresado a Asia y la flota persa se había retirado al Egeo oriental (y sería derrotada allí en 479 a.C.), Mardonio seguía teniendo un vasto ejército, sustancialmente mayor que la fuerza de la alianza griega. Tras las maniobras iniciales, Mardonio estableció una base en Plataea, en el territorio del aliado de Persia, Tebas. El ejército griego, al mando del espartano Pausanio, se reunió en las colinas cercanas al campamento persa para enfrentarse a ellos.
Al principio, ninguno de los dos bandos quería realizar un ataque a gran escala, pero la caballería persa asaltó con éxito las rutas de suministro griegas y bloqueó algunos de los manantiales que les proporcionaban agua. Por ello, Pausanio decidió un movimiento nocturno hacia una nueva posición. Esta maniobra no salió como se había planeado, y cuando amaneció la fuerza griega estaba dispersa y desorganizada. Mardonio vio su oportunidad y atacó. Esta ofensiva dio a los griegos la oportunidad que necesitaban. En el cuerpo a cuerpo, su infantería hoplita, bien armada, se fue imponiendo. El propio Mardonio murió en acción con los espartanos, y los persas, sin líder, se rompieron y huyeron. Como siempre en una batalla antigua, las bajas de un ejército en fuga fueron terribles. Miles de persas fueron masacrados en la retirada o en su campamento; lo que quedaba del ejército persa se retiró al norte de Tesalia. Los combates entre griegos y persas continuaron durante muchos años, pero los persas nunca volvieron a invadir Grecia.
Pérdidas: Persas, 30.000 de 100.000; griegos, 2.000 de 40.000.