Los injertos óseos son el segundo tejido más comúnmente trasplantado en los Estados Unidos, y son una herramienta de tratamiento esencial en el campo de la cirugía ortopédica traumatológica aguda y reconstructiva. Disponible en forma de esponjosa, cortical o de aspirado de médula ósea, el injerto óseo autógeno se considera el estándar de oro en el tratamiento de afecciones postraumáticas como la fractura, el retraso en la unión y la no unión. Sin embargo, los inconvenientes, como la morbilidad en el lugar del donante y la cantidad limitada de injerto disponible para la extracción, hacen que el autoinjerto sea una opción menos que ideal para determinadas poblaciones de pacientes. Los avances realizados en la última década en materia de aloinjertos y sustitutos de injertos óseos han creado alternativas viables que sortean algunos de los puntos débiles de los autoinjertos. El aloinjerto es una alternativa favorable por su comodidad, abundancia y ausencia de morbilidad relacionada con la adquisición del paciente. Las opciones incluyen la forma de matriz ósea estructural, particulada y desmineralizada. Entre los sustitutos de injertos óseos más utilizados se encuentran los sintéticos de fosfato de calcio y de sulfato de calcio; estos injertos aportan sus propias ventajas en cuanto a soporte estructural y disponibilidad. Además, diferentes factores de crecimiento, incluidas las proteínas morfogénicas óseas, pueden aumentar el proceso de curación de los defectos óseos tratados con injertos. Tanto los autoinjertos como los aloinjertos y los sustitutos de injertos óseos poseen diferentes grados de propiedades osteogénicas, osteoconductoras y osteoinductoras que los hacen más adecuados para diferentes procedimientos. El propósito de esta revisión es caracterizar estas propiedades y presentar las pruebas clínicas que apoyan sus indicaciones de uso con la esperanza de dilucidar mejor las opciones de tratamiento para los pacientes que requieren injertos óseos en un entorno de traumatismo ortopédico.