El prurito es un síntoma concomitante de varios trastornos subyacentes, a saber, trastornos dermatológicos, sistémicos y psiquiátricos que provocan que la persona se rasque la piel. En el tratamiento del prurito se suelen emplear muchas terapias naturales y antipruríticas, entre las que se incluyen medidas preventivas generales, terapias tópicas como agentes refrescantes, antihistamínicos, anestésicos, capsaicina, corticosteroides e inmunomoduladores, y terapias sistémicas que incluyen la administración de antihistamínicos, antagonistas/agonistas opioides, fármacos antiepilépticos/neurolépticos (p. ej, gabapentina y pregabalina), antidepresivos (por ejemplo, doxepina, amitriptilina, paroxetina, fluvoxamina, sertralina, escitalopram y mirtazapina) (Patel y Yosipovitch, 2010; Reich et al., 2011; Martín y Padilla, 2015; Eskeland et al., 2016). Las terapias tópicas son el pilar del tratamiento del prurito delicado y localizado, mientras que otras terapias farmacológicas sistémicas se utilizan para tratar el prurito severo y generalizado. La actividad antiprurítica informada de algunos fármacos antidepresivos ha intrigado a esta revisión para centrarse en los tipos de prurito, el mecanismo del prurito, el mecanismo antiprurítico de los antidepresivos y para comprender el papel de los antidepresivos en el manejo del prurito.