«10 Corso Como está en constante evolución, cada día se añade una nueva carta al maravilloso mosaico que llamamos vida» cita Carla Sozzani. Un maravilloso micromundo en una ciudad en movimiento, un mundo lleno de arte que desprende desde cada rincón, terraza y jardín, tanto en la galería como en el restaurante.
Creado a principios de los años 90 y querido por Carla Sozzani, el espacio elegido fue un gran bloque de apartamentos con balcones compartidos bordeados por barandillas que data de principios del siglo XX -y que anteriormente albergaba un mecánico- en el número 10 de Corso Como. Muy diferente de la estructura actual, el edificio se ha convertido hoy en un espacio franco para ser explorado. La idea es proponer lo mejor de la A a la Z, combinando productos y emociones y abriendo la mente a través de todos los sentidos.
Caminando a través de la gran puerta de entrada en la carretera te encuentras en un jardín lleno de plantas y mesas: en la planta baja hay un bar, un restaurante y la entrada a la tienda. En cambio, en la planta superior está la galería de arte y la librería. El último en llegar, en 2003, en un edificio que comparte el mismo patio, es el 3 Rooms Hotel, un exclusivo hotel boutique con sólo tres suites en su interior, impecablemente amueblado, una mezcla perfecta de patrones, texturas y colores.
«Toccami se convirtió en mi objetivo, soñaba con un lugar donde la gente pudiera reunirse, sentarse y charlar…» es todo lo que sucede cuando intentamos descubrir y experimentar 10 Corso Como, sumergiéndonos en este concepto y perdiéndonos completamente en él. Mientras miramos los detalles de un maravilloso vestido de Azzedine Alaïa, o cuando, en la librería, no sabemos por dónde empezar y nuestra mirada (a veces no atenta) es captada por «Tres al fin» de Jean-Baptiste Mondino.
O incluso mientras disfrutamos de ese atardecer desde la terraza y vemos la bella Milán de tiempos pasados, con su lado moderno que avanza día a día y disfrutamos del cálido color del sol que ilumina y da vida a las esculturas y cerámicas de Kris Ruhs. Mientras se bebe una copa de vino tinto francés, sentado en esa mesa, allí en el rincón, aparentemente tan aislado y discreto, rodeado de vegetación con vistas a ese jardín tan escondido y privado.
En el interior, todo se vive con extrema y elegante calma. Al escondernos en estos lugares, nos sentimos de nuevo niños, huimos de todo el frenesí de una ciudad en constante cambio. Como el pequeño Charlie Bucket en la Fábrica de Chocolate, nosotros también nos sumergimos en un mundo de cuento de hadas… Volvemos a descubrir todo el encanto y el deseo de arte, de cultura y de todo lo que consigue robarnos cada vez que pasamos por esa intensa puerta verde.